Hace más de
doce años que se aprobó la Ley Orgánica que regulaba la violencia de género. Se le dio mucho bombo, se pretendía reaccionar socialmente contra la
violencia que se ejercía contra la mujer por el hecho de serlo.
Obviamente en el despacho del
abogado José María Garzón nadie estamos a favor de la violencia. De ningún tipo de violencia.
Se habló de abordar el problema
de la violencia de género con un enfoque global, para lo que se utilizarían
diferentes medios e instrumentos para conseguir el fin que el legislador
apuntaba, remarcando, con mayúsculas lo que este denominaba Educación.
La mayor ambición educativa era
insertar en los planes educativos materias relacionadas con la prevención de la
violencia de género y que ahondaran en la igualdad. Obviamente no hubiera hecho
falta una ley para esto.
En nuestra sociedad dónde los
valores son tan olvidados. Dónde se premia mucho más el epicureísmo o lo que es
lo mismo, estate bien contigo mismo, disfruta, pásatelo bien, mucho más que
esfuérzate, aprende una serie de valores que puedas transmitir después en tu
ámbito social.
Una sociedad en la que los
medidos de comunicación valoran y reiteran comportamientos en los que las
discusiones y las faltas de respeto suponen una constante, sin duda animados
porque es en esos programas dónde consiguen unos mayores picos de audiencia.
Es ahí dónde observamos que nada
ha mejorado. Y si miramos a la adolescencia y la juventud es dónde vemos que
peor trabajo hemos hecho, puesto que los que ayer eran niños y hoy se
convierten en jóvenes y adolescentes, la violencia de género sigue siendo una
constante.
Pese a los doce años transcurridos, pese a que
los poderes públicos tenían absoluta conciencia del problema, pese a las
reiteradas campañas de prevención, los casos de violencia de género, nada ha cambiado.
Los adolescentes no sólo no han dejado de
mostrar actitudes machistas y de violencia de género contra la mujer, sino que
como la estadística publicada por el INE viene reflejando la violencia de
género contra mujeres menores de dieciocho años viene aumentando
alarmantemente, mas alarmantemente si cabe porque la violencia contra mayores
de dieciocho años parece tímidamente remitir, aunque estacionalmente haya
sufrido algún recorte con descensos ciertamente esperanzadores.
El legislador, contando con esta
tendencia ha incorporado al CP en la reciente reforma de marzo de 2015, nuevos
tipos de delitos: el sexting y el ciberstalking. Obviamente, los jóvenes, dada
su característica de generación digital, en la que los medios informáticos y de
telefonía móvil representa su canal habitual de comunicación son más proclives
a ellos que los que ya representamos una edad más avanzada.
Muchos autores nos han alertado
de que la violencia de género, y más hoy en día, adopta diferentes formas,
siendo igualmente diferentes los ámbitos en los que ésta se hace realidad. Podemos hablar de violencia física, aquella
que ha hecho verter ríos de tinta a nuestros medios de comunicación, pero
desgraciadamente no es la única.
Tenemos también violencia
psicológica, aquella que se ejerce de una manera más sibilina. O no. Pero que
en casos sutiles resulta más difícil de percibir si no vemos como permeabiliza
en la víctima.
Violencia económica, aquella que
no se vislumbra si no es para la propia víctima, que carente de recursos debe
aguantar dicha forma de violencia de la forma más despiadada.
Violencia social, violencia sexual, etc.
Y lo peor de todo ello que nunca
van por separado. Suelen ir juntos por lo que la víctima sufre un compendio de
violencias que hacen de le sea muy difícil levantar cabeza.
Para que se de el concepto de violencia de género, en nuestro ordenamiento jurídico, se exige que haya habido
una relación de pareja entre agresor y agredido.
Por eso el enfoque de nuestro
artículo no es otro que pararnos a pensar que hoy en los jóvenes, con el
desarrollo de sus medios de comunicación, y siendo éstos en su mayoría a través
de las diferentes redes sociales, canal casi exclusivo donde los jóvenes,
desarrollan sus comunicaciones entre el grupo, se facilita sobremanera la
utilización de este tipo de violencia para literalmente “machacar” a la
víctima.
Además el grado de desarrollo personal será determinante no sólo para percibir que ello además de ser ilícito
supone un menoscabo de la persona a la que va dirigido.
Hoy estamos viendo como se ponen
en marcha desde las instituciones públicas programas contra, por ejemplo, el
acoso escolar, lo que a mi me parece fundamental, pero dejando al margen
campañas de concienciación a los jóvenes que no deberíamos pasar por alto como
son las de la violencia de género.
Un teléfono donde poder denunciar
actitudes que ayudara a la policía y a los poderes públicos a conocer que
persona puede estar siendo víctima de violencia de género es una medida barata
y eficaz. Si se pretende eficaz para otro tipo de violencia como el acoso
escolar o la violencia de género en adultos ¿por qué no ha de serlo en estos
casos?.
Además, incrementar el número de
agentes encargados de focalizar las investigaciones en esta ámbito, en la que
dichos agentes fueran especializados y además se les formara adecuadamente ara
luchar contra estas actitudes en los jóvenes ayudará también.
Hay que anotar que todo lo que
invirtamos en preparación de las futuras generaciones lo estaremos haciendo en
nuestro propio beneficio, pues una sociedad justa, en tanto que equitativa,
igualitaria, formada en valores sociales, hará avanzar la sociedad hacia una
sociedad mas rica en oportunidades.
Las redes sociales cubre un nicho
de anonimato que hace que el agresor se crezca en tanto en cuanto se diluye su
nombre. Pero además amplifican la eficacia del mensaje violento, haciendo que
éste llegue a un mayor número de amigos y que menoscabe así, de forma mucho más
efectiva la dignidad de la persona violentada, haciendo además aflorar las
figuras del inductor o cooperador entre el grupo de amigos, que generalmente
era o es compartido por víctima y agresor.
Fdo. José María Garzón abogado